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La poesía como encuentro del Perú urbano con la Amazonía.  Un comentario al nuevo poemario de Renato Pita

Publicado: 2016-07-01


Ayer jueves 30 de junio, en el centro cultural España de Lima, se presentó públicamente el libro con el nuevo poemario del joven y talentoso poeta Renato Pita. El trabajo, que tiene una muy cuidada edición gráfica, sobria y bella, lleva por título “El animal muere en los límites de un país conocido”.

Aunque soy de los que creen que el fenómeno denominado “polisemia” es un inevitable de hecho en cuanto a la interpretación artística y que tiende a ser aún más prevalente en el específico campo de la poesía, rechazo la pretensión de atribuir al autor la propia interpretación de uno, cualquiera que sea.

Por eso, a riesgo de caer en lo que rechazo y haciendo mi mejor esfuerzo, me atrevo a comentar brevemente esta obra poética de Renato porque creo que la experiencia de leerlo vale la pena, tanto porque es sin duda un viaje por la belleza, en el sentido más directo y discutible del término, como porque se trata de una obra que retrata lo mejor del esfuerzo que una creciente parte del país, sobre todo -aunque no únicamente- joven y progresista, está haciendo por tratar de encontrarse con respeto y horizontalidad con la Amazonía.

Es una poesía con un notable esfuerzo de autoconciencia de la imposibilidad simplemente, de lograr de manera total saber qué es ese otro mundo que llamamos la Amazonía, en la medida que es epistemológicamente imposible dejar de ser el observador que somos, con la sociedad y la biografía que nos forma y, como señala el título de la obra, ineludiblemente nos limita.

A pesar de ello, Renato enfrenta el desafío y el viaje de tratar de entrar de todos modos en ese mundo, de buscar unas otras entradas a su comprensión, empezando por el respeto y la horizontalidad, a ratos la perplejidad, el deslumbre, la nostalgia de lo pedido o la celebración del reencuentro con lo atávico que de algún modo conocemos en la memoria de los genes. En casi todos los casos el sentir, la vivencia directa y empírica de estar y ser en ese otro mundo y la vagorosa descripción, que necesariamente pero apenas, desconfiada, toma prestadas las herramientas de la reflexión para escribirse.

Nietzsche, el filósofo alemán, decía que el ser humano en algún punto perdido del devenir había roto el mundo instintivo, automático y directo de la naturaleza, y se había separado de ella, experimentando una autoconciencia diferente de los instintos y entrando en el tiempo no directo de la reflexión. Califica esta ruptura como un drama que nos lanzó a un viaje sin retorno posible a ese origen de unidad con el todo, que ya nunca podremos saber con certeza qué -o cómo- era.

Algo de ese drama nietzschiano leo en estos versos: “… y no es el tiempo que conoces productivo / aquí no hallarán ninguna arqueología policromada / aquí no encontrarán ninguna civilización / en el color de los orgánicos es concordia la piel abierta / troncos y fronda hediendo ser grumos / hay ráfagas de luz y minerales, pero nadie los ve…”.

Palpita en ellos la conciencia de la propia imposibilidad, por ignorancia sino prejuicio, que necesariamente tamiza la mirada de ese otro mundo. No sólo de los pueblos y poblaciones amazónicos, ni siquiera de sus culturas ancestrales, que por supuesto son vivenciados también en el viaje del poema, sino incluso de ese otro mundo natural en estado puro con el que, como dice Nietzsche, estamos irremediablemente separados y perdidos.

Los pueblos y poblaciones amazónicas son también otros mundos para el poeta, justamente en la medida que están mucho más cerca que nosotros de esa atávica unidad con la naturaleza. Es así que en el poema, la asamblea o el diálogo en círculo resultan literalmente tan ignotas para nosotros como el ser de una laguna.

Ciertamente, este nivel hondo, epistemológico, del poema no se opone sino que se complementa con la denuncia que el poeta hace del desequilibrio criminal que el mundo hegemónico, ignorante y depredador, ha clavado en las costillas de la Amazonía y sus pueblos, y que se expresa de diversas formas evidentes pero no simplistas ni facilonas a lo largo del texto.

La nutrida y nutriente trayectoria del autor desde la escuela de bellas artes y el activismo artístico hasta el compromiso militante con las causas de los pueblos amazónicos y la defensa del medio ambiente, a lo largo de muchos e intensos años, le permite escribir también desde el compromiso político sin que la belleza desbarranque en las curvas peligrosas de la insustancialidad del lugar común de la moda progresista o del refrito políticamente correcto.

Leer el poemario es una gran oportunidad para disfrutar de un encuentro posible del mundo urbano “occidental” (es un decir porque las ciudades peruanas están habitadas y a veces repletas por los mundos no urbanos) con la Amazonía múltiple y diversa, a través de esa honestidad, tan llena de esfuerzo sincero como exenta de aspavientos y poses arrogantes de nuevo rico en la simbólica ambientalista e intercultural.

Desde la conciencia sincera de la imposibilidad de conocer a cabalidad el otro mundo de la Amazonía, la poesía de Renato en este trabajo, nos regala y celebra la fiesta del encuentro con él porque de todos modos nos permite desafiar nuestros límites conocidos y en el mejor de los casos romperlos y ampliarlos, tanto para hacer un mejor país y un mejor mundo, como para descubrir quizás que la muerte puede ser solo otro nombre para la abrumadora, aunque olvidada o desapercibida, presencia de la vida.

Gracias, Renato.


Escrito por

Ricardo Jimenez A

Sociólogo chileno.


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